Bonavía, donde el señor Don Quijote conoció a la Duquesa, según es fama cierta y verdadera
Y, antes que eso, donde el joven Miguel de Cervantes debió de conocer a Doña María Pérez de Pomar, segunda y bella esposa del IV Duque de Villahermosa, Don Martín de Gurrea y Aragón, con quien casó el 30 de julio de 1568, siendo ella de 18 años y él, de 43.
Vedla en esta linda estampa, donde el artista hizo del rostro de la duquesa un poema de juventud. La vio nuestro Don Miguel en diciembre de ese mismo año nupcial y ya nunca aquella visión desaparecería de su mente.
Aquel hombre de armas, letras y sueños, si bien no lo dijo a nadie, tenía ahora su secreta Dulcinea, que no era ensueño ni ficción. Era de verdad. La llevó para siempre en su mente y en su corazón.
Un día verían los tiempos hasta que punto era real. Miguel la conoce en 1568 y publica la segunda parte de su Quijote en 1615. Pues, bien: redacta setenta y cuatro capítulos, y desde el XXX (con la bella cazadora) al LVII (la despedida del duque), la obra gravita sobre la duquesa y el palacio.
Habían transcurrido cuarenta y siete años, había estado en Roma, en Lepanto, en presidios de Argel, en Tánger, en la bahía de Rosas, en medio mundo, pero Miguel mantenía arraigado, diríase que como una obsesión, el recuerdo de aquella hermosa y delicada mujer.
Más que una obra de arte. Expresiva, comunicativa, dicharachera. Así la muestra la cuidada estampa. El duque Don Martín cabalga detrás, en caballo apacible. La duquesa inclina grácilmente la cabeza, mirando a un embelesado Sancho.
Se muestra atrevida, insinuante, un tanto provocativa, comedida por su educación y, acaso, porque sabe que la está observando el duque, condescendiente con el desparpajo de su juventud.
El artista ha dotado a los personajes de caracteres diferenciados. Incluso los cuatro perros cazadores de la jauría cumplen distintos papeles.
Al fondo, en lo frondoso del bosque, se vislumbra a otros dos jinetes con rico atuendo y un rastreador a pie con su perro, colaborando en la montería. Quijote sobre Rocinante y Sancho sobre su pollino, Duque y Duquesa componen una escena inspirada en los aledaños del actual Castillo de Bonavía.
El joven Miguel quizá se hubiera sorprendido al comprobar que, en el año de gracia de 2021, un devoto lector, y admirador rendido de su obra magna, atisbara este porqué: aun tardando cuarenta y siete años en decidirse a escribir sobre sus idas y venidas con los duques, el Don Miguel maduro decidió demostrar en veintiocho capítulos de la segunda parte del Quijote que lo que un día sintió por aquella joven dama -él tenía 21 años; ella, 18- no se había borrado nunca de su corazón.
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